Ya han pasado 6 días desde el seísmo que destrozó Puerto Príncipe, y el miedo y el desconcierto han dado paso a la violencia y la desesperación. Ahora, Puerto Príncipe es la ciudad sin ley. La gente está sedienta, hambrienta, enferma y la ayuda ha llegado tarde y es poca.
Los haitianos suplican ayuda. Gritan. Saquean. Buscan en lo poco que queda en pie. Hay peleas, luchas y tiroteos. A los muertos por culpa del seísmo, se añaden los nuevos muertos por la locura y la desesperación de no tener nada. Es la ley del más fuerte, la ley de la lucha por sobrevivir.
La Comunidad Internacional está actuando, es cierto. Pero no de la manera más eficaz. Hay almacenes con víveres y medicamentos que aún están esperando ser repartidos; mientras, la gente se muere.
Este mismo mediodía ha habido un intento de asalto a un almacén de alimentos… ¿nos extraña que se comporten así? Seguramente si ves que tu hijo se muere por deshidratación mientras que hay miles de botellas, apiladas a unos kilómetros que no están siendo repartidas, también irías a por ellas. Y si no el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
La Comunidad Internacional está actuando, es cierto. Pero no de la manera más eficaz. Hay almacenes con víveres y medicamentos que aún están esperando ser repartidos; mientras, la gente se muere.
Este mismo mediodía ha habido un intento de asalto a un almacén de alimentos… ¿nos extraña que se comporten así? Seguramente si ves que tu hijo se muere por deshidratación mientras que hay miles de botellas, apiladas a unos kilómetros que no están siendo repartidas, también irías a por ellas. Y si no el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Unos caminan, otros corren, otros están parados, otros esperan y otros vagan por las calles de lo que fue su ciudad con la triste certeza de que ya no les quedan lágrimas, sólo les queda reír porque no pueden llorar.