Conversaciones Madrid-Múnich

viernes, 28 de enero de 2011
Son pocas las veces que coincidimos. Digamos que mi horario universitario es complicado para organizarse con cualquier persona que no sea de mi clase. Así que es lo que hay. Intentar aprovechar los pequeños ratos y los pequeños instantes en los que resumes tu vida de los últimos tres días. Es duro que una persona querida se vaya lejos. No descubro América diciendo esto. Pero es cierto que, como todo, vivirlo es diferente a contarlo. Y aunque no es lo mismo, yo soy así y lo cuento. ¿Os parece?

Tuenti, Facebook o en su defecto Skype. Este último menos porque se me olvida que tengo. La falta de costumbre. Cualquier hora es buena para hablar. Mucho más si a ambas personas nos gusta darle al palique. El tema normalmente no importa, la conversación casi siempre empieza por "Hola" y su sucesivo apelativo cariñoso (no, no los pienso revelar), sigue por un "¿Cómo estás?, y acaba con un "Te echo de menos. Cuídate. Disfruta. Te quiero". Cuando quieres a alguien a veces no haces más que recordárselo a pesar de terminar siendo un pedante. Pero bueno, al estar lejos hay más excusa, además nunca está de más.

Como decía, el tema no tiene importancia. Hay días en los que sólo se habla de temas intrascendentes, y sin ninguna importancia. En estos casos se suelen decir tonterías, aunque ellas siempre están presentes en cualquier conversación. También se pueden incluir temas como series y/o programas de televisión y sus correspondientes "freakadas". En cambio, existen los días reflexivos en los que cualquier tema más allá de cosas superficiales vale.  Siempre hay momentos en los que estás más triste y apagado, en ese momento no hay nada mejor que un amigo/a que acuda al rescate. A pesar de la distancia, los amigos siempre están. Pero siempre, en todas ellas, sean de los días "freaks" o de los días sentimentales, hay sonrisas. Es lo que más me gusta. Una sonrisa a tiempo es la mejor cura para todo. Y mucho más si es de ella. Ella y su sonrisa son únicas. Y no se me puede olvidar que no sólo es su sonrisa, sino también su risa. Es genial estar riéndote y saber que a unos pocos kilómetros, unos pocos bastantes, ella también se ríe. Compartir secretos a la larga distancia también tiene su punto. Es divertido intentar localizar a las personas de las que hablamos. A veces, no es tan fácil como parece porque o no nos centramos o es que son nuevas adquisiciones a nuestra vida social que alguna no conocemos. Por eso, una de las soluciones es decir: métete en mi facebook, toma mi contraseña. Y menos mal porque si no la conversación hubiera acabado siendo de besugos.

Cuando la conversación acaba, vuelves a la realidad. Ella está allí y tú estás aquí. Estáis lejos. Pero no pasa nada porque seguramente al día siguiente o tres días más tarde habrá una nueva conversación con nuevos temas, nuevas historias y nuevas sonrisas. Y aquellos que dicen que la distancia es el olvido es porque no tienen un ser querido lejos para decirle: "Te echo de menos. Cuídate. Difruta. Te quiero."


* Sé que siempre pongo Carnaval o personas del Carnaval. ¿Qué le voy a hacer? Me gusta.

Entrañable

jueves, 27 de enero de 2011
Ayer, al salir de la universidad me quedé esperando en la calle porque me venían a recoger. No venían, y hacía mucho frío. Me quedé allí. Miraba por si aparecía algún coche conocido. En ese momento me fijé en un coche, un 4x4, que estaba con los "warning" puestos. Me imaginé que su conductor también estaba esperando a alguien, como yo.
Pensé quién sería, qué hacía allí y a quién esperaba. En esos momentos tu cerebro se pone a funcionar y tu imaginación se dispara. Y aún más tu curiosidad. Es lo que hace el aburrimiento.

Pasó un rato, él y yo seguíamos esperando. Eso sí, él dentro del coche y yo fuera pelándome de frío. Entonces, de repente, puso el coche en marcha y avanzó unos metros, justo delante de mí. De repente, me di cuenta de que había un grupo de chicos y chicas despidiéndose hasta mañana. Uno de ellos, se acercó hacia el coche. Por fin, el conductor se bajó y se acercó a él. Le ayudó a subir al coche, y después abrió el maletero bajó unas rampas y empezó a colocarlas desde el suelo hasta el coche. Cogió la silla de ruedas y la subió por las rampas. Cerró las puertas, se subió al coche. Le dio un beso a su hijo, éste sonrió, y los dos se marcharon.

Y yo me quedé ahí, parada, congelada y con cara de tonta. El momento que presencié fue tan entrañable, tan amoroso y tan dulce que me quedé reflexionando. Es maravilloso ver en estos tiempos de crisis, de discusión, de penurias y de malas noticias una imagen tan enternecedora. Un momento en el que nada importa, sólo importa el amor entre un padre y un hijo. El sacrificio que uno hace por los suyos.

Hoy, al salir de nuevo de la universidad era a mí a la que estaban esperando. Y el chico en silla de ruedas seguí esperando. Justo cuando he vuelto a pasar con mi padre en el coche, he visto el 4x4 de ayer y a su conductor colocando las rampas, otra vez. En ese momento, he mirado a mi padre, y los dos nos hemos sonreído.