Duerme mi niño, duerme

miércoles, 28 de abril de 2010
El ruido de las metralletas le ha despertado. Se levanta aturdido y asustado. Llora y llora. Busca a su madre, le pregunta qué está pasando, su madre le contesta que los malos han vuelto. El niño aún se asusta más. No se siente seguro ni entre los brazos de su madre. Piensa: ni mamá me puede salvar de esto.
Minutos más tarde una niña también se despierta aterrorizada. Ella se levanta y corre hacia la habitación de sus padres. Se mete rápido en la cama y los abraza. Su padre le dice que esté tranquila, que no pasa nada. La pequeña con los ojos llenos de miedo y de pánico le dice a sus padres: ¿Otra vez vienen los malos? Su madre le contesta que sí. Ella, mirando a los dos, se echa a llorar de nuevo. No hay consuelo, el terror no cesa.
Los bombardeos siguen. Los pequeños intentan dormir, pero es imposible. No lo comprenden. Son sólo niños.
Un mismo sentimiento en situaciones distintas, aunque no tan distintas: Israel y Palestina. Cualquiera podría ser judío o musulmán. Los dos tienen miedo, buscan a sus padres y no entienden lo que ocurre. La infancia en este territorio es dura. Crecer rodeado de tensiones, de recelo, de odio y de hostilidad deja huella, una huella imborrable. Niños soldado invadidos por sonidos de metralleta, por bombas, por tanques y por aviones de guerra. Por siempre el recuerdo de apretar un gatillo.

Pequeños que vagabundean por calles en ruinas. Pitágoras dijo: Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres. Sin embargo, no hay ningún tipo de educación más que los radicalismos, y las religiones mal interpretadas. Criados en el odio hacia el diferente. Viendo en las armas el poder y la única alternativa. Enfermos e indefensos. Negándoles el derecho a crecer como niños. Contando con una sola luz que alumbre su futuro, la luz de sus pequeños pero grandes corazones de niños.

Sus días se hacen eternos e interminables. Se levantan, y la guerra está en la puerta de sus casas. Al levantar al día siguiente, después de una noche de insomnio, otro día cualquiera. Los niños se levantan, van al colegio y juegan con sus compañeros. Ellos despiertan, van a la guerra y juegan con armas que matan a sus compañeros.
¿Algún día podrán dormir tranquilos?


Tu tierra prometida, mi territorio conquistado

No se trata de buenos o de malos. Se trata de personas, mucho peor. Los humanos somos difíciles y erramos. La historia la hacemos las personas, y eso significa que no es perfecta, mucho menos objetiva, como casi todo en la vida. Este conflicto es historia viva del mundo, y en ella encontramos las claves.

La primera es que judíos y árabes están enfrentados por un mismo territorio, pero por qué. De una forma muy resumida la explicación es la siguiente: para los judíos es su tierra prometida, y para los árabes es su territorio legítimo tras ser conquistado en el siglo 638 d.C., momento en el que pasó a llamarse Palestina, y a sus habitantes como palestinos. Y la religión como centro del enfrentamiento: la Tora y el Corán.


La segunda clave es que es una zona estratégica, tanto comercial como militarmente, es la entrada a Oriente, así como la localización de pozos de petróleo. También las grandes potencias han hecho lo que les ha interesado con este conflicto. “Tú, pares y yo, nones” ha sido una de las políticas utilizadas, aunque no sé si es mejor que la de “de puente a puente, y tiro porque me lleva la corriente”. Habría que preguntárselo a ellos, a las grandes y temidas potencias mundiales. A los que tienen el poder en sus manos, y al parecer poco hacen por utilizarlo justamente, sin intereses ni negocios de por medio.

Y la tercera es que tratamos con creencias. Cada uno lucha por unas creencias tan arraigadas en sus sociedades como aquí, en España, el vermú de los domingos. Las creencias son ideas consideradas verdaderas por aquellos que las profesan, por lo tanto, son los pensamientos más difíciles de modificar. Ortega y Gasset dijo: en las creencias vivimos, nos movemos y somos, es decir, palestinos e israelíes viven por y para sus creencias, y en este caso su creencia es la tierra.

Demasiada historia, demasiada creencia, demasiado conflicto y demasiada tierra. Imposible de contar en unas pocas líneas.

Cualquier día

El otro día volví a ver imágenes de un atentado en la televisión. No me preguntéis quién o quiénes fueron los artífices. Ni si quiera me fijé. No me preguntéis dónde fue. No me enteré. Y tampoco me preguntéis cuántos muertos. No me fijé. Sólo sé que fue en Oriente Próximo. Aquel lugar del mundo tan cercano y tan desconocido. Presente todos los días en prensa, en radio, en televisión y en internet; pero que escapa a nuestro alcance.

Ese lugar podría haber sido Jerusalén, Cisjordania o la Franja de Gaza, no sería extraño. Allí los enfrentamientos duran más de cincuenta años, sin contar todo lo que ha sufrido ese territorio desde los siglos a.C. Tomamos como referencia mayo de 1948, momento en el que se proclama, y días más tarde es reconocido por Estados Unidos y la URSS, el estado de Israel.

Palestina e Israel. Árabes y judíos. Israel y Palestina. La historia interminable. Una historia extensa, delicada, complicada y con cantidad de matices. En este conflicto se cruzan aspectos políticos, religiosos, diplomáticos y sociales. Sin olvidar los intereses de las potencias mundiales y de la ONU, cuyo ‘cabecilla’ es El Consejo de Seguridad con sus cinco miembros permanentes y su derecho a veto.

Guerra, muerte, pobreza y destrucción. Y es que 'el otro día' puede ser cualquier día.