Jerusalén, en tierra de nadie

domingo, 2 de mayo de 2010
Considerada una ciudad sagrada por las tres religiones monoteístas más influyentes en el mundo, el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo, cuna de civilizaciones y una de las ciudades más antiguas del mundo que aún siguen en pie; sin embargo hoy Jerusalén no está tranquila.

Por un lado, la mezcla de culturas, de religiones, de ideologías y de creencias es un problema. Los cristianos ven en ella el lugar donde predicó Jesús y donde fue crucificado, los primeros musulmanes antes de hacerlo mirando a la Meca, rezaban mirando hacia Jerusalén; y para los judíos es la capital del reino de David y donde su hijo, Salomón, estableció el templo al que hay que dirigir las plegarias. Tres razones diferentes que miran hacia una misma ciudad, Jerusalén. Confluencia de culturas y de maneras de vivir. Ser una ciudad llena de emblemas para varias religiones se convierte algo, a veces, fatídico para la convivencia. No siempre la tolerancia reina en esta sagrada ciudad.


Por otro lado, Israel proclamó como capital a Jerusalén en 1950, dos años más tarde de su autoproclamación como estado independiente, pero la ciudad estaba divida en dos: la parte occidental, de Israel, y la parte oriental, administrada por Jordania. Pero para los israelíes su jurisdicción también llegaba hasta la parte oriental, que es lo que se conoce como Jerusalén Este que incluye la Ciudad Vieja; por lo que proclamaron a Jerusalén (occidental y oriental) su capital “eterna e indivisible”. El Consejo de Seguridad de la ONU no consintió a Israel salirse con la suya y no dio por válido esta ley; además, indujo a que los Estados Miembro trasladasen sus embajadas a Tel Aviv.


El conflicto de las religiones sigue presente porque son creencias opuestas y la disputa por Jerusalén Este continúa aún hoy. Desde la edad de Cobre, el Rey David, los persas, la conquista de Roma, las Cruzadas… hasta la Primera Guerra Mundial, la Alemani Nazi y el conflicto palestino-israelí, Jerusalén ha sido fuente de controversias y nunca ha vivido, y por lo visto, nunca vivirá en paz.

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