Un mundo sin pobreza, sin atentados, sin guerras, con justicia y con felicidad es un sueño, y además imposible. Llamadme pesimista, cobarde o agorera; pero no me llaméis poco realista.
Digo lo que veo, lo que siento, lo que oigo, lo que llevo viviendo desde que tengo conciencia, y por eso digo que este conflicto no tiene fin, que conseguir una solución pacífica y justa es una utopía.
Una maldita utopía porque mientras sigue habiendo bombardeos, atentados y fallecidos, las potencias mundiales se mantienen firmes en su sordera y ceguera crónica, incapaces de resolver un conflicto que parece no tener fin, y que después de tantos años continúa consumiendo a dos pueblos.
Digo lo que veo, lo que siento, lo que oigo, lo que llevo viviendo desde que tengo conciencia, y por eso digo que este conflicto no tiene fin, que conseguir una solución pacífica y justa es una utopía.
Una maldita utopía porque mientras sigue habiendo bombardeos, atentados y fallecidos, las potencias mundiales se mantienen firmes en su sordera y ceguera crónica, incapaces de resolver un conflicto que parece no tener fin, y que después de tantos años continúa consumiendo a dos pueblos.
Dos pueblos para un mismo territorio. Dos pueblos con creencias diferentes. Dos pueblos marcados por sus muertos. Dos pueblos faltos de esperanza. Dos pueblos agotados. Palestina e Israel, dos pueblos que no se quieren entender.
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