La primera es que judíos y árabes están enfrentados por un mismo territorio, pero por qué. De una forma muy resumida la explicación es la siguiente: para los judíos es su tierra prometida, y para los árabes es su territorio legítimo tras ser conquistado en el siglo 638 d.C., momento en el que pasó a llamarse Palestina, y a sus habitantes como palestinos. Y la religión como centro del enfrentamiento: la Tora y el Corán.
La segunda clave es que es una zona estratégica, tanto comercial como militarmente, es la entrada a Oriente, así como la localización de pozos de petróleo. También las grandes potencias han hecho lo que les ha interesado con este conflicto. “Tú, pares y yo, nones” ha sido una de las políticas utilizadas, aunque no sé si es mejor que la de “de puente a puente, y tiro porque me lleva la corriente”. Habría que preguntárselo a ellos, a las grandes y temidas potencias mundiales. A los que tienen el poder en sus manos, y al parecer poco hacen por utilizarlo justamente, sin intereses ni negocios de por medio.
Y la tercera es que tratamos con creencias. Cada uno lucha por unas creencias tan arraigadas en sus sociedades como aquí, en España, el vermú de los domingos. Las creencias son ideas consideradas verdaderas por aquellos que las profesan, por lo tanto, son los pensamientos más difíciles de modificar. Ortega y Gasset dijo: en las creencias vivimos, nos movemos y somos, es decir, palestinos e israelíes viven por y para sus creencias, y en este caso su creencia es la tierra.
Demasiada historia, demasiada creencia, demasiado conflicto y demasiada tierra. Imposible de contar en unas pocas líneas.
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