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viernes, 12 de marzo de 2010
Al comenzar las clases en este segundo cuatrimiestre, un profesor preguntó en la presentación de la asignatura qué esperábamos de su asignatura, y un compañero dijo: yo sólo espero aprender algo. Y el profesor le contestó que eso era un sinsentido porque para eso estamos allí, para aprender.

Pero es que nuestra universidad y nuestro campus, por lo menos a lo que a mis compañeros y a mí respecta, deja mucho que desear. Los medios técnicos brillan por su ausencia, es decir, cámaras, puestos de ordenadores con los programas necesarios, estudios, plató, etc. son ridículos e ínfimos para la cantidad de alumnos. Sabemos que somos una unidad docente delegada, pero por lo menos un poquito de consideración nos merecemos.

Lo que no es normal es que nunca funcionen los cañones o el audio y que no quepamos todos los alumnos en un aula. En mi clase han llegado a ocurrir situaciones inexplicables, por ejemplo: oír a un profesor que da clase en otra aula por los altavoces de la nuestra, que al no funcionar el cañón traigan un carrito con un proyector que no se puede conectar a internet, o una sala de ordenadores en la que la mitad de ellos no funcionan; todo esto se llama desastre.
Efectivamente, esta universidad es un desastre y un desastre que no se soluciona. Aparte de un desastre, es una completa vergüenza que andemos así en el 2010. Ya lo decía Galdós en su artículo
Soñemos, alma, soñemos: “Han dicho que no deseamos instruirnos, puesto que no pedimos la instrucción con el ansia del hambriento que quiere pan. La instrucción no se pide de otro modo que por la voz, o mejor, por los signos de la ignorancia [...] Aguardar, para la educación de la criatura, a que esta diga «llévenme a la escuela que tengo muchas ganas de ser sabio», es fiar nuestros planes a la infinita pachorra de la Eternidad.”

Si bien es cierto que parte de la culpa la tenemos nosotros, no la culpa por no tener medios suficientes, sino la culpa por no quejarnos. La pasividad en las aulas es nuestro pan de cada día y nosotros somos los únicos responsables. No nos hacen ni caso; pero menos caso nos van a hacer si no nos quejamos, no nos movilizamos y no luchamos por lo que queremos.


Otro tema son los profesores. No quiero, y no pienso, meter a todos en el mismo saco. Pero después de la mitad de mi carrera, lo que más me he llevado respecto a los profesores han sido decepciones. Y de verdad, que no son fáciles de asimilar. Algunos son decepciones desde que entran por la puerta; otros parecen que no pero al final la cagan; y el resto enseña la patita a mitad de curso.
Sin embargo, siempre hay un salvador que hace que tu fe en los profesores no desaparezca; y que la pequeña esperanza se mantenga viva.

Si un alumno que está en una institución educativa y lo que le dice al profesor el primer día de clase en 3º de carrera es que sólo quiere aprender, cuando eso ha de darse por hecho, es que algo no va bien, porque, efectivamente, aprender es lo que debería llevar haciendo 3 años.

Bienvenidos a mi vida universitaria y a la de mis compañeros.


2 comentarios:

Álvaro Blecua dijo...

Triste, pero cierto, ¡cuánta razón llevan tus palabras! Ojalá no fuera así...

Fran dijo...

¿Qué te voy a contar yo que no sepas ya?

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