Por un lado, el mandato de la actual presidenta se ha hecho cargo de las primeras medidas después del fatídico acontecimiento. Ha tenido que hacer frente a las inmediatas consecuencias del terremoto. Entre las primeras actuaciones del Gobierno destaca el envío de alimentos y también de hospitales de campaña para atender a todos los afectados. Así como el control de las ciudades devastadas con la ayuda del Ejército. El control militar ha sido duro y tajante, y Bachelet ha afirmado que las medidas se seguirán tomando porque no va a permitir que el país caiga en un descontrol total, es decir, evitar violencia y saqueos en las zonas afectadas.
Por otro lado, el mandato del presidente electo, que tomará posesión del cargo el 11 de marzo de este año, estará marcado por la adecuación de su programa al contexto de “posterremoto”. Este período se centrará en la reconstrucción del país contando con una economía que puede hacer frente a las circunstancias sin desajustar su situación económica. El alimento, la seguridad del país y la energía eléctrica son lo que principalmente tendrá que resolver Piñera durante su gobierno.
Ambos equipos de gobierno se han estrechado la mano y han unido sus fuerzas por un país sumido en el desastre. Han procedido correctamente (todo es cuestión de gustos y de críticas), obviando las diferencias que los separan. Es un buen síntoma que dos partidos opuestos y con políticas enfrentadas hayan llegado a un entendimiento para ayudar a su gente. Parece que esta vez sí los mandatarios han actuado cómo deben de hacerlo, qué lástima que sólo lo hagan cuando se produce una tragedia.
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