El ruido de las metralletas le ha despertado. Se levanta aturdido y asustado. Llora y llora. Busca a su madre, le pregunta qué está pasando, su madre le contesta que los malos han vuelto. El niño aún se asusta más. No se siente seguro ni entre los brazos de su madre. Piensa: ni mamá me puede salvar de esto.
Minutos más tarde una niña también se despierta aterrorizada. Ella se levanta y corre hacia la habitación de sus padres. Se mete rápido en la cama y los abraza. Su padre le dice que esté tranquila, que no pasa nada. La pequeña con los ojos llenos de miedo y de pánico le dice a sus padres: ¿Otra vez vienen los malos? Su madre le contesta que sí. Ella, mirando a los dos, se echa a llorar de nuevo. No hay consuelo, el terror no cesa.
Los bombardeos siguen. Los pequeños intentan dormir, pero es imposible. No lo comprenden. Son sólo niños. Un mismo sentimiento en situaciones distintas, aunque no tan distintas: Israel y Palestina. Cualquiera podría ser judío o musulmán. Los dos tienen miedo, buscan a sus padres y no entienden lo que ocurre. La infancia en este territorio es dura. Crecer rodeado de tensiones, de recelo, de odio y de hostilidad deja huella, una huella imborrable. Niños soldado invadidos por sonidos de metralleta, por bombas, por tanques y por aviones de guerra. Por siempre el recuerdo de apretar un gatillo.
Pequeños que vagabundean por calles en ruinas. Pitágoras dijo: Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres. Sin embargo, no hay ningún tipo de educación más que los radicalismos, y las religiones mal interpretadas. Criados en el odio hacia el diferente. Viendo en las armas el poder y la única alternativa. Enfermos e indefensos. Negándoles el derecho a crecer como niños. Contando con una sola luz que alumbre su futuro, la luz de sus pequeños pero grandes corazones de niños.
Sus días se hacen eternos e interminables. Se levantan, y la guerra está en la puerta de sus casas. Al levantar al día siguiente, después de una noche de insomnio, otro día cualquiera. Los niños se levantan, van al colegio y juegan con sus compañeros. Ellos despiertan, van a la guerra y juegan con armas que matan a sus compañeros.
¿Algún día podrán dormir tranquilos?
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1 comentarios:
Muy bonito lo que escribes. Ya lo dijo Jesús Bienvenido en su pasodoble de la final con los Santos, "cuando despiertes, dará comienzo, otra vez de nuevo, tu pesadilla". Es así, y parece que jamás se solucionará.
Un saludo Ana!
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